En Mendoza hay sólo 17 mujeres registradas al volante. La mayoría presta un servicio para pasajeras que buscan seguridad y confianza.
“Avisame cuando llegues” se ha convertido en un mensaje obligatorio entre amigas al emprender la vuelta a casa. Se trata de un síntoma innegable de tiempos en los que una mujer es asesinada cada 27 horas y en los que se adoptan medidas como compartir la ubicación en tiempo real por WhatsApp, vestirse con ropa que “no llame la atención” y destinar más dinero para tomarse un taxi. Incluso, sin saber lo que pasará con el chofer en lo que dure el viaje.
Al circular por las calles, los varones nunca vamos a experimentar el miedo a ser violados por el solo hecho de ser varones. Sentiremos miedo al usar el celular en la parada de colectivo, sí, pero nunca a aparecer desechados en un zanjón. Y si así pasara, no nos cuestionarían la vestimenta.
En cambio, el 80% de las mujeres se siente insegura al transitar el espacio público, según una encuesta a 1.300 mujeres de 11 provincias -incluyendo Mendoza– realizada por el Observatorio Nacional de Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá).
La incertidumbre de no saber cómo será la vuelta a casa condiciona a las mujeres a repensar su medio de transporte, especialmente en la noche. Entonces no sorprende lamentar que el 44% asegure haber sido víctima de acoso en la parada de micro y que decida tomarse un taxi por seguridad (59%) y no por mera comodidad (19%).
La elección del taxi para la seguridad psicofísica no implica que las mujeres estén exentas a sufrir violencia en los viajes. De acuerdo con el relevamiento, el 36% de las mujeres fue víctima de acoso y/o maltrato por parte del taxista, pero el 74% de ellas no se animó a denunciar. Tampoco vale desatender la arista económica: el servicio es más caro mientras las mujeres tienen ingresos 28% menores a los de los varones, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (primer trimestre de 2018).
Como en otras urbes del país, en Mendoza emergió un servicio exclusivo que conecta a conductoras y pasajeras. Se divulga vía WhatsApp o, simplemente, a través del siempre efectivo “boca a boca” entre las usuarias. Una medida a tono con la sororidad que le hace frente a lo que ellas consideran una “indiferencia” en las políticas de Estado.
De mujer a mujer por WhatsApp
Si bien momentáneamente carece de una coqueta aplicación y de un bautismo oficial -le dicen informalmente “Taxi de mujer a mujer”-, Claudia Fernández (47), mentora del proyecto, se preocupa por cada detalle para que sus clientas estén satisfechas. Su experiencia como taxista en las últimas dos décadas la llevó a crear un grupo de WhatsApp, que incluye reglas como el seguimiento a las pasajeras, el resguardo de sus actividades y el respeto a la tarifa oficial.
¿Por qué limitarse a una red de mensajería? En Mendoza apenas hay 17 mujeres que están registradas como taxistas. Se trata de menos del 1% en un universo de 2.700 choferes, según precisó Fernando Sáez, titular de la Asociación de Propietarios de Taxis de Mendoza (Aprotam).
En Mendoza hay 17 mujeres registradas que conducen taxis. | Ignacio Blanco / Los Andes
“Tenemos 80 pasajeras agendadas. También están las que no sabían y guardan tu número esperanzadas. Tratamos de ser varias taxistas porque estamos conectadas a las empresas de radio y muchas veces no podemos acudir”, explica Claudia.
Llegado el caso, la llaman a las 3 de la madrugada y no duda en cumplir con el pedido.
“Evito avisarle a mi hija que salgo a trabajar a esa hora para que no se preocupe”, reconoce, con cierta resignación. “Ella es más reticente, es la que más sufre en la noche. Le da ansiedad, no puede dormir”, dice.
Taxistas
“Nos estamos arriesgando en la calle. Tenés la obligación de cuidar a la pasajera. Yo siempre les digo a las chicas que les envíen a sus amigas la ubicación y que tomen nota de la patente del auto o del nombre del taxista”, evalúa Claudia. Y no se trata de un consejo más. Según el informe de Mumalá, el 49% de las mujeres “a veces” identifica la patente y otro 28% nunca lo hace. En época de geolocalización y redes, la percepción de inseguridad dentro de los taxis se evidencia en que el 89% se mantiene comunicadas con otra persona durante el viaje.
En ese contexto, una nueva app llamada “No estás sola” funciona como alerta.
Desarrollada por la Campaña por la Emergencia Nacional en Violencia Contra las Mujeres, permite avisar a cinco contactos sobre la ubicación en tiempo real. Nada de ‘textear’ o mandar audios. Con solo agitar el celular, un pedido de ayuda se expande.
“Por capacidad”
Desde pequeña, Claudia tuvo predilección por ganar su lugar en trabajos donde la mujer seguía siendo discriminada. Quiso ir al Ejército, pero no la dejaron. Quiso ser policía, pero a los 20 años ya era mamá y tampoco la dejaron. En la “peor crisis” -se refiere a 1999- cayó en el taxi. El verbo no está empleado al azar.
“Nadie elige manejar un taxi. Es algo que se lleva en la sangre, por tradición. Pero en realidad se trata de vocación. A una mujer, vos le decís si se anima y lo hace. La mujer se adapta a lo que sea”, marca la taxista desde el inicio de su viaje con Los Andes.
Con los dedos de sus manos -parece que no le van a alcanzar- enumera secuelas derivadas de sus dos décadas al mando del taxi. Obesidad, estrés, ansiedad, problemas de columna, aportes jubilatorios mínimos, dificultad para acceder a una buena obra social… Su tono suena a derrota.
“Siempre quise ser colectivera y no me dejaron”, confiesa. Durante la fallida privatización del trole a fines de los años 90, Claudia arrancó su odisea en las calles cuando casi era tabú ver a una mujer al frente de las pintorescas unidades. Aunque, siendo honestos, lo sigue siendo en la actualidad, al menos, en las líneas urbanas privadas.
“Crié a mis tres hijos arriba del taxi”, resalta, mientras acomoda el espejo retrovisor. Sabe que su mirada adquirirá otro aspecto al tocar el tema. Hace más de 10 años, Claudia se separó de su marido, también taxista. Sufrió violencia de género, humillaciones y hasta persecución en las horas de su trabajo.
Mujeres al volante. Un grupo de WhatsApp vincula choferes y pasajeras contra el acoso callejero. | Ignacio Blanco / Los Andes
“Una también traía conceptos erróneos. Mi papá me decía ‘la mujer debe seguir al hombre’. Y qué va a decir la familia, el barrio… Banqué 17 años de maltrato. Quedás mal psicológicamente, vas y volvés. Hasta pedí una prohibición de acercamiento. Me la dieron tras realizar 11 denuncias. El año que perdí de trabajo y de vida, no me lo devolvió nadie”, rememora.
Estar al mando del volante no la exime de haber experimentado situaciones machistas: “Hay acoso desde el pasajero. ‘La verdad que me excita mucho verte manejar’ me han dicho. Llevaba a un porteño a un restaurante y me lanzó: ‘Lo que pase después, depende de usted’. Pero yo no contesto y los ignoro. Muchas veces la cortesía de una se confunde con otra cosa”.
“Sé que hay chicas que han tenido inconvenientes como cualquiera (choque, por ejemplo) y los propietarios de los taxis les han dicho ‘no tomo más mujeres’. Pero sí un drogado o un alcohólico”, asevera. “Pero para mí las empresas ni siquiera tienen infraestructura. Que nos prueben por capacidad y no por género. Y vamos a tener un mejor servicio. Pero debe haber un cupo mínimo laboral para mujeres por ley”, cierra Claudia, sin antes extender la invitación a remiseras y conductoras de Uber y Cabify que quieran sumarse a su movida sorora.
La app que no pudo ser
“She Taxi” es una aplicación móvil para que mujeres se conecten con conductoras exclusivamente. Si bien no está disponible en Mendoza, se trata de una experiencia que sí funciona en las ciudades de Rosario y Córdoba.
La app fue creada en 2016 por María Eva Juncos, una trabajadora rosarina que emprendió una cruzada feminista ante los testimonios de pasajeras que padecieron alguna humillación con un taxista.
En diálogo con Los Andes, Juncos precisó que 180 conductoras están registradas para operar en el Gran Rosario, con una demanda creciente a partir de 40 mil usuarias.“Con la ayuda de técnicos, pensé en un aporte frente a la inseguridad que viven las mujeres. Ellas piden el vehículo y una taxista sale a buscarlas. También pueden hacer calificaciones para mejorar el servicio”, explicó.
Con los mismos requisitos exigidos por las normas, las trabajadoras al volante se registran en la web de She Taxi, descargan la aplicación y ya pueden operar. Sin embargo, no siempre el entusiasmo coincide con la realidad.
En la ciudad de Santa Fe, por ejemplo, She Taxi duró unas semanas porque el registro de pasajeras era notablemente mayor al de choferes, además de generarse ciertas diferencias entre las trabajadoras. En Mendoza, la experiencia fue similar.